Pronto, conoceran el rostro tras las letras, ¡junten miedo!

Karma


Mientras me sangra el calendario en tu ausencia, medito sobre los minutos que en ti estoy, silencio le pido a los grillos, mi musa esta seduciendo a otras nubes, en otra cumbre siembra lujuria, yo tan sólo miro al reloj que lento hace su vals, siento mis ojos agrietados que gotean sobre el café hirviendo, dolor de poeta, resignado a escribir en cuadernos ajenos, ¿cuantas divas quisieran que mis letras les coronen sus frentes? Mas tú, sabiéndote única, dejas para ultimo los dones de mis labios, sabes que los tienes cuando quieras, pérfida abeja que en otros jardines habitas.
Te diré...anoche soñé contigo, y llorando me cazaron las sobras, una mariposa nocturna me arropo con sus alas de seda, ella fue tambien musa de letras de fuego, pero en una vela olvidada la encerró el viento
Nadie te conoce, pero tienes a medio firmamento pendiente de ti, si hasta el mar bendice tu presencia, y el verbo desea tus palabras en sus oídos.
Mi bella musa, las rosas de tus ojos son las estrellas floridas que apetece mi cielo, del jardín de tus besos quiero el ramillete de mi alegría, pero nuevamente hoy no estas, y reciclo letras para tu regreso, para construir muevas odas en tu piel de selva, pero aún tendré que esperar por varias lunas que tus ojos apresen a los míos, es mi karma, pedir el castigo de tus besos fluviales para luego tener el tormento de tu inexistencia.
Tendré que soportar las ventiscas sobre mis silabas dormidas, ya que acá, al otro lado del sol no se entibian las olas que desvisten al vaivén de tus cabellos.
Ya trascurrieron las horas por encima de mis sueños húmedos, tan sólo falta un día para la nada, anclare todos mis poemas al suroeste de tus sentidos, mañana vendrás...yo no estaré, dejare en mi puerta una rosa dormida a la espera de tu fragancia, en cada una de sus hojas dibujare un beso, tan sólo un beso, el segundo estará reposando en mi boca esperando se divida la tarde, no importado que el otoño desgaste las niñas de tus ojos, yo las reviviré cuando se reencuentren nuestras almas.
Ya no anidan las alondras en mi nido, y son pocas las estrellas navegantes cuando tú no estas, de seguro se fueron contigo, como tenaces guardianas velando tus suspiros, yo también quiero cuidar tu respirar, acariciarte mientras te elevas, con un sentir que lleve tu nombre, y ser testigo de tus sueños, aunque en ellos mis letras... no estén.



Autor :Victor Rocco