jueves, 27 de diciembre de 2007

Este es mi regalo para todos usted, enamorados de mis letras.

Desde mi estratosfera

Silencio no digas nada, escucha como campanean los besos, como chipotean mis labios en los tuyos, saborea la eternidad de este instante que quizás para mañana solo tendremos el recuerdo.
Entre los dos sobran las palabras cuando es nuestra piel la que decide, no la tuya ni la mía, sino, la que nace al cantar nuestras almas.
Las letras son el pretexto perfecto para unir nuestros cuerpos. Sé que ciegamente tú me escribes aunque no lo digas, ya que los versos son los hijos de los besos que destilan en tu boca cada vez que me acerco.
Si hoy no te tengo mi lápiz se quedara mirando en mi ventana, como perrito de taxi, pegado al vidrio esperando tu regreso, y yo me quedo sin mas nada que mis ganas de seguir escribiendo, de los trinos, estrellas las caricias y el viento.
Son las diez, no llegaste, y me quede sentado en la calle esperando que renazca el sereno, como pueda esta noche subiré a la luna, con el pretexto de rayarle sus cuadernos, ya que hoy me quede esperando, y de tanto esperar se han enfermado mis cuentos.
De seguro esta noche dormirás con él, mientras yo te recuerdo en mi estratosfera, cierro mis cavidades oculares y te veo aferrada a su puerto, sigo solo, escribiendo sobre tú distancia, transitando en mi delirio, arrullando el rastrojo de tu boca que se quemó en mis deseos.
Esta noche hay miles de estrellas, a las que podría enmarcarles un beso en su ventana, pero mis letras se han vuelto carne, y la pasión me halla perdido entre las sábanas.
Inconscientemente mi lápiz da vueltas sobre un papel sin órbita, rasguñándoles las miradas al tintero, que quedó olvidado como tango añejo en biografías de Gardel.
Quizás mañana retornarás a mi fuego, pero no te escuchare, tomare con fuerzas tu rostro, para fundir nuevos gemidos en tu boca y excitar a los unicornios que duermen en tu aliento. Sabrás que mis anhelos son copia de los que guardas en tu agenda, esos mismo que acaricias secretamente cuando tu sombra se ha dormido.
No contestare preguntas, mañana quiero sentirte mía, ajena, pero mía, aunque el futuro me condene y las palomas me desconozcan al vuelo.
Son las once de la noche, las voces se han dormido y las mareas de los sueños del día me arrebatan, iré a mi cama, le haré el amor a tu nombre que gravé en la pared, para cuando no te tengo y tus gemidos tibios me los trae el viento entre sus alas.

Autor : Victor Rocco

martes, 18 de diciembre de 2007

Feliz navidad.

Quiero agradecer a todos quienes han visitado mi espacio literario y que me han dejado algun mensaje, que todos tengan felices fiestas de fin de año y que la paz y amor ronde en donde esten, chao y feliz navidad...

Victor Rocco

viernes, 14 de diciembre de 2007

Siempre la vida te da otra oportunidad.

Renacer




Estoy viviendo mi muerte, tendido sobre mi cama, tratando que un “tic tac”me devuelva a la vida, escuchando los sones de una violeta ausente.
Me acompañas en mi lecho, como el frió acompaña al invierno, comienzan las preguntas las respuestas y silencios, mi corazón es un tornado que deambula en mi pecho, después de un suspiro te burlas de mi hormonal encierro, “tanto me temes”-preguntas, irónica y pasiva, con eso abriste la puerta a lo que tanto estaba pidiendo, te di el primero de los mil quinientos cincuenta y un besos que desembarcaron en tu boca, desabrochaste las ganas, abriste tus alas al deseo, escale tu cuerpo, no pusiste freno, nos mecimos suave con la noche, no quería despertar de ese sueño, las frazadas se hicieron brazas y las brasas cielo.
Una vez mas nacieron de tu boca, preguntas sobre mis sentimientos, “no te amo”-dije franco-“pero si te quiero”, mi alma no me deja amar a quien ya tiene quien teja flores en su pelo. Quise zarpar mi lengua en tu vientre, pero tu mariposa inquieta, guiaste mis manos a tus pechos, hay encontré al tenaz vigía que impedía la llegada a nuestro encuentro, era aquel brasier celoso, que a tus montes mantiene prisionero.
Fui marea en tu pelvis, como audaz corsario navegue en tu cuerpo, descarnaste el tesoro de mi antojo, como muñeca brava que juega con fuego.
Al galope tus gemidos acariciaron al viento, envueltas en orquídeas las palabras fueron espejos. Incline mi candor en tu muelle, gaviota bandida de mis sentencias, la pena perdió la batalla en mi lecho, tu la venciste, diosa de mis letras.
Sonríes al comprobar que no se esculpir ángeles en tu centro, pero este café me sabe a delicias, caricias prohibidas y veneno.
Le extirpaste los vestidos a mi muerte, me liberaste de silabas negras que empolvaban mis cuadernos.
Acaban las preguntas, dudas y deseos, te levantas de improviso como escapando del infierno, yo quede solo, acariciando la figura de tu espalda que se bordo en mi lecho, hoy se a escrito otras rimas, otra pagina para mi consuelo.




Autor : Victor Rocco

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Las palabras con sangre son las letras de las penas.

Apocalipsis


Camino dormido, en el Apocalipsis de mis tardes, he sido vencido por el caballero negro que cabalga en su corcel de fuego y sedujo a la rosa de los vientos, aquella rosa que cuide en mis sueños, que protegí de hasta la muerte, desvainando mi espada, cortándole la garganta al infierno con tal que no marchite sus pétalos de seda, hoy me desconoce, sus hojas son témpanos y sus espinas veneno para mis recuerdos, ¿qué ocurrió mi amapola nocturna?, ¿Qué negra magia empavono tus sonrisas?.
Estoy siendo seducido por una soga quien me promete el final de mis tormentos, el descanso de mi alma, en la tajada oculta de la luna, en donde reviven los muertos, mis pies solo son hilachas de los pasos que anduvimos junto, mis rodillas me tiemblan y mis ojos...no rescatan la mirada dulce de los tuyos.
Esperare que se despierte la luna para comenzar el ocaso de mis días, engalanare a la noche con el ultimo de mis eventos, tan solo saltare de la silla que retendrá mis últimos momentos, me despedire en silencio de la gente, las canciones y los versos, para unirme a las estrellas, los gladiolos y los sarmientos.
Tan solo ella podria frenar el crepúsculo de mi oda, sabe muy bien que puede hacerlo, pero no quiero que sean con palabras que apuñalen, quisiera que me regale un abrazo y un te quiero, pero que renazca de sus labios vivos, si no es así yo sabré que estará mintiendo, que olvide los aludes de miradas negras, que el otro día en nuestros ojos fueron floreciendo.
La luna ya aparece, la silla me espera, la soga me sonríe, ¡adiós mundo!, ¡Adiós amigos!...¡hasta siempre mi primavera! nos veremos quizás en otras vidas , en otros mundos, en otros cuentos.

Autor : Victor Rocco

Dame

Dame

Dame el resto de mis grafías
para seguir meciéndome en tu luna
sin importar que se templen mis versos,
que son caricia fértil de nuestros actos.

Dame la continuidad de mis palabras
que se abotonan en tu rosa verbal,
para encender la fragua de mis ganas
y escuchar tus susurros en mi edén.

Dame la mitad de mis labios
que hallé la otra tarde ahogada en un beso
mientras seducía a tu mansión pélvica
y consumía el néctar de tus pechos.

“soy adicto de mis letras,
que retienes en tu cuerpo”


Autor: Victor Rocco

jueves, 6 de diciembre de 2007

Segundo acto

“Segundo acto”



Te excitan las letras con cuerpo que tilda mi oda, acallas al silenció, suspiras profundo, hay un volcán que hace chispas en tu pecho, dudas en agradecer el acto con palabras o con besos que serán mi próximo tintero.
Pides que baje las persianas,Mientras tambalean mis dudas en el suelo, lo hago y unas pequeñas brazas vivas encienden mi intelecto, de seguro son residuos que dejo el anterior incendio. Me adviertes que no pregunte a la noche porque aun están despierto los luceros, yo no hago nada, tan solo acato, aunque en mis labios quedaban centenares de senderos.
Anuncias tus ataduras cívicas, te felicito, pero luego pienso: “Si te vas, ¿ en quien podré tejer poemas en su cuerpo?, ¿se acabarán las flores en las nubes de tus labios? , Sí, para mi sí, aunque no se si aun la conservo o solo fueron fulgores de piedad
que germinaron de tú boca, para este pobre mendigo de besos, que se descuelga de la fragancia de tú fragancia, cada ocho días al morir el sol, espera que se despeñe la dama de las letras sobre su mente y comienza a construir lo discreto he inconfesable, maquillando pasiones en silabas y signos ocultos, que tan solo la aurora descifra, cada martes cuando me levanto y comienzo a soñar.
Hoy tengo hambre de una nueva prosa, de otras línea que encienda en tu pecho, he inspire la más hermosa y colosal de las constelaciones literarias, que retiene tu cuerpo y que a gotas me entregas.
¿Quién sabe si hoy me harás ganar el Nóbel? O me quedare escarchado gritándote en silencio, que quiero desenterrar todos esos versos que un día coloque en tu alma y que no hace mucho me estas ofreciendo, para trazar la antología secreta, hermosa y divina, que hay escrita en tu piel.



Autor : Victor Rocco.




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jueves, 29 de noviembre de 2007

Seran testigos del dolor de un amor imposible.

Dolor




El dolor camina con pies de hielo
resbalan mis pasos al andar,
mis alas ya no son de acero
mis lagrimas comienzan a nadar.

Te encuentro entre papeles
que se escapan al exhalar,
mariposas derrumban paredes
ojos mueren, llegan al mar.

El amor anda entre rieles
tus palabras me hacen mal,
las palomas ahora son infieles
estanco en mi alma un temporal.

Jamás he comido nostalgias
ahora degusto frustración,
la culpa la tienen tus ojos
una cripta es mi corazón.

Autor : Victor Rocco

lunes, 26 de noviembre de 2007

Invito a que lean y opinen sobre todo mi trabajo

Amor callado

Buscare la muerte en mi cielo
para amarte una vez en silencio,
aun que me hieran las ortigas
y mis ojos sean niños inquietos.

Cada noche besare a la luna
ya que en ella te contemplo,
se burlaran los cometas
y me condenaran los luceros.

Mis confesiones son de estrellas
mis pasiones son de fuego,
se que he llegado tarde
y es de otro árbol tu cuerpo.

Caminare callado
mis ojos serán sendero
mis lagrimas serán lluvia
y mis sollozos prisioneros.

Me morderé el alma
para no decir te quiero,
Si al fin las golondrinas
jamás amaran a un jilguero.


Autor : Victor Rocco

sábado, 24 de noviembre de 2007

Canto de un niño triste



Madre mía, soy la huella de tus pasos,
soy espiga de tus siembras,
enredadera entre tus brazos,
soy tú sonrisa para que no se pierda,
Entonces,¿ porque el amanecer
me niega tú caricia?
¿Porque pretendes callar mi llanto
con un trueno?
¿Porque tus besos son helados
Como la brisa?
¿Porque la pena, me pesa Más que el hierro?
Necesito tus manos para aprender
de la vida,
no para que sean latigazos,
ni manantial de heridas.
Tengo sed de tu cariño,
Pero tú, con un No, te ocultas,
Madre, mira, soy un niño,
de tus penas no tengo la culpa.
Con mis ojitos bañados en llanto,
y tu retrato pegado a mi pecho,
te dedico hoy este canto,
para poder decirte…te quiero.



Autor : Victor Rocco
Bajo palabra


Nació la libertad desojada
osadía brillaba en plenitud.
La hubiera acurrucado en alegorías
antes que sus soles caigan en el ayer.
Muchos la creen muerta en mis letras,
anoche…añore su descanso en mi letargo.
Tengo nostalgias, arco iris arenosos
escapan resbalando por mis ojos.
Simplemente, desvaine mis laberintos fluviales,
oscurecí la sangre de mi pluma fértil,
la derrame, sobre el ocaso de sus olas,
olvide la inmortalidad de sus versos platinados,
labre con cinceles algodonados
amapolas de cristales en su partida.
¡ Declaro solemne inocencia! , congoja trasnochada,
espero sentencia libertaria de penas blancas,
¡jueces del olimpo! desencarcelen la sabia de mis poemas,
escriban epílogos de piedras sobre mi soledad,
la verdad, libera los cirios encarnecidos,
inmortaliza libélulas glaciares en criptas de cartón.
¡Brinden, brinden sombras lunares! , que la metáfora se a dormido,
rían bajo sonrisas muertas en rostros inexistentes.
Estoy engrillado, en calabozos malditos…y literarios.






Autor : Victor Rocco.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Resurrección

Resurrección


Encadeno uno de tus besos
en la celda fogosa de mis tardes,
descubro la paz enorme de tu boca,
esa cavidad floreciente de afonías.
Sellaste mis temblores con tu aliento,
frenaste al azabache inquieto
que brincaba en mis labios,
exquisitamente tierna, meciste tus bordes
con la quietud de un ángel dormido,
no sabia si agonizar en tu cuerpo
o resucitar en tu ombligo
que fue testigo de veredas de fuego.
Hoy reciclo los surcos de la muerte
de aquella pálida compañera inconsciente,
a quien desplazaste a otras sombras,
para crear la espera de nuevas lunas
que se agiten ansiosas en mi lecho.


Autor: Victor Rocco
Armonía pasional



La voluntad de las nubes se despinta en mis ojos, cae la tarde o quizás son tus manos las que hacen sombras en mi destino.
Cuento tus besos que aun naufragan quietos en mi boca, uno, cinco, ocho, cuatro...desorden numérico, para descender tus frases en mis oídos : “Lento mas lento, que aun el tiempo no se a cerciorado que tengo matizado el vestido”, yo tan solo escuchaba temeroso tus letras ardiendo, intentando desabotonar tus juegos bípedos, en donde se acunaría el cautín de los tiempos.
Nuestros pechos eran sinfonía clara, desafiando al torrente dormido que traía en mis venas. La imprudencia interrumpió nuestro festín tímido, que se desprendía en un sofá eterno, descendí un momento al infierno, tú quedaste aun invisible, yo era una telaraña ardiendo. Regrese pidiendo a los cuatro viento encontrarte aun dormida, y hay estabas, con la mente perdida, quizás en que firmamento, yo con paso cansino, me acerque para comprobar que aun estaba viviendo: “te arrepientes de haber desnudado a las cortinas en tu camino”, pregunte ansioso, mientras aun temblaba mi templo, me dijiste que no, que aun para el solsticio quedaba tiempo, entibie nuevamente un ósculo en tu boca, mientras me repetías: “no tan rápido mi niño inquieto”, pero yo quería ser agua y entre gotas, un manojo de besos ardiendo, así pasaron los minutos, las nubes, las estrellas... y hasta el reloj quedo gimiendo, mis manos fueron enredaderas en tus curvas, y mi boca en tus montes fue floreciendo.
Desnudo llego el ocaso de nuestras delicias, la mariposa cándida ya no volaba en el cielo, una a una se apagaron las caricias, una a una las golondrinas se fueron durmiendo, luego regresaste como si nada a tu casa, mientras yo tenia aun mi boca ardiendo, solo me quedé con los suspiros, tus murmullos y mis ojos en silencio,.
hoy no me castiga la vida, pero quizás mañana, de tu manantial aun estaré bebiendo.


Autor : Victor Rocco

viernes, 2 de noviembre de 2007

LO QUE CALLAN LAS VIOLETAS




Sabía que ese día no sería como todos. Me levanté pidiendo permiso a mi cama para desprenderme del cielo adictivo en don Morfeo me había tomado prisionero dejando en reposo, entre la almohada y mis deseos, las respuestas a tantas preguntas que se desnudaban al fondo del arco iris que dormía en la taza de café.
Luego de tomar desayuno bajé como todos los días al primer piso y dije al conserje que me pida un taxi, al subirme al auto de alquiler el conductor preguntó hacia donde me dirigía, le dije que me lleve en donde la primavera haya comenzado a tejer las flores entre el prado:

- Entonces lo llevaré a la plaza de las violetas, es un bello lugar, hay grandes árboles, bellas palomas y ese aroma a flores que hace que hasta las horas detengan su paso para oler tal fragancia.
Al llegar al lugar me senté en el primer banco que encontré, el perfume de las flores me llevaba al infinito de las caricias robándole la sonrisa al aire mientras se mecía entre los robles. Me mimeticé en aquel paraíso, cuando en un momento percibo un aroma a belleza junto a mí; el sol rasguñaba firme en mis mejillas, pero me sentía seguro al tener puestos mis lentes de sol adquiridos el día anterior.
- Es un hermoso día - me dijo.
- Es un muy bello día – afirmé.
Su voz era tan bella que hubiera querido tatuar su sonido para hacerle una canción.
- Yo siempre he venido a este lugar, pero jamás lo había visto.
- Es la primera que descanso mi paz en este reino de pasiones – respondí.
Y así comenzó una amena charla teniendo de testigos a las violetas que nos abrazaban al suspirar.
Las nubes se cristalizaron para detener la tarde, pero llegó el omega de nuestro encuentro.
- Me tengo que ir – me dijo.
- Si, yo también debo retirarme – le comenté.
- Fue un gusto haberlo conocido.
- Adolfo.
- ¿Cómo?
- Me llamo Adolfo.
- Yo Sofía.
- Me encantó este lugar, vendré mañana a las seis de la tarde.
- Bueno yo… trataré de venir.
Se acercó a mí y descolgó un beso en una de mis mejillas, el cual agradecí con una sonrisa.
Ella se fue. Yo también me retiré y por esas cosas de la vida el mismo taxista que me trajo se me acercó y preguntó:
- ¿Lo llevo de regreso?
- Sí, por favor.
- ¿Y qué le pareció la plaza?
- Hermosa – contesté – simplemente hermosa.
Aceleré el ascensor del tiempo para que llegue la otra cita, estuve puntual, ella llegó cinco minutos después.
- ¿Adolfo?
- Sí, ¿Sofía?
- Sí – me dijo – disculpa la tardanza.
- No te preocupes, ¿qué son cinco minutos cuando sabemos que los ángeles son eternos?
- Qué bellas palabras.
- Mis palabras son el reflejo de mi compañía.
Y como la tarde anterior nos pasamos las horas entre las violetas que estaban a pocos metros de nosotros y nuestros corazones.
Pasaron los días, las semanas, y siempre nos juntábamos puntuales a las seis de la tarde, hasta que un día jueves, cumplimos veinte días de vernos.
Ella llegó, la saludé, no dijo nada.
- ¿Te pasa algo? – pregunté.
- Sí, - respondió endulzando un pequeño beso en mis labios.
Me acerqué más a ella para que una de mis manos haga olas en sus rodillas, ella entibió un beso tímido en la otra, para luego labrar mil y un galopes frenéticos en mis labios, haciendo boca de su boca, acaricié dulcemente el alabastro de sus manos, para demostrarle que pasión se escribe con carne y orgasmo con mi nombre, heroicamente mi diestra se posesionó del túnel que abrigaba bajo su falda, ella frenó la expedición de mi aleada, pidiendo que escuche cómo jadeaba el viento.
El día ya estaba en declive y una fresca brisa nos danzaba en la frente, quise extender aquel festival de gemidos invitándola a mi universo. Aceptó enseguida.
Mi Sancho motorizado me esperaba como de costumbre, lo que hizo más fácil aquella travesía, llegamos al departamento, y la alfombra cooperó encantada en aquel arrecife de sensaciones, detuve mis ímpetus, par descansar unos segundos, luego encrespé un beso perfecto en la luna tibia que descansaba en una de sus mejillas, para después sucumbir en las profundidades de sus labios.
- ¿Me quieres? – preguntó con el suspiro entrecortado.
- No – respondí y desbarranqué una llamarada de besos que hicieron rondas en su boca, desafiando la víbora dulce que tenía por lengua.
Luego inclinó su cabeza hacia atrás y volvió a preguntar:
- ¿Me quieres?
- Te dije que no – respondí.
- ¿Porqué no? – preguntó.
- Porque un te quiero no es más que sonrisitas que despinta el firmamento, en cambio un “te amo”, es la inmensidad de una palabra que une a dos sombras fugitivas anhelando unirse en un solo corazón, además, ayer te quise, hoy te he comenzado a amar.
Tan sólo bastó decir eso, para que mi deseosa avecilla liberara sus alas al escarmenar cándido de mis deseos. Nos amamos toda la noche. Hasta los grillos cesaron su canto para oír el concierto sísmico del desahogo de nuestros cuerpos.
Al despertar me sentía heroico, fuerte, casi inmortal, pero al buscar su presencia en el lado opuesto de mi hemisferio, comprobé que ya no estaba, obligándome a hacerle el amor a las últimas onzas de su aroma fértil que dejó de reliquia entre las sábanas.
El jugo matutino despejó mi mente, entendí que el amor y el engaño no cenan juntos y que si mi amor a ella era real debería desterrar todos mis prejuicios. La decisión estaba tomada, asistiría como siempre a la cita y le confesaría todo, así me libraría de mis culpas, ya no sería cosa mía, sino de ella, o se quedaba conmigo o la perdería para siempre.
El día se desvistió muy lento. Llegué puntual, ella no. Las horas pasaban y las violetas que estaban junto a mí se despeinaban en la espera, ya eran las nueve, ella no llegó. Un dolor pálido empavonó mi alma, quizás esa mañana al despertar vio que no habían luces ni espejos y se dio cuenta del engaño, luego al verse burlada, ahogó sus ojos en llanto y se marchó desterrando por completo de sus recuerdos lo que había pasado la noche anterior. Me dirigí con paso cansino al taxi, el cual me condujo al velatorio de mis alegrías, las cuales ya no volverían a nacer.
Al llegar a mi hogar encontré la puerta entreabierta, no conforme con haberme desprendido de mi alma, ahora otros me despojaban de mis pertenencias, pensé. Fui hacia mi alcoba y al entrar en ella pude oler la fragancia de Sofía, quien me dijo:
- Te estaba esperando, tardaste mucho amor.
- Sofía, ¿tu aquí?, ¿pero cómo pudiste entrar? ¿cuándo llegaste?
- Llegué como a las cinco veinte y entré porque dejaste la llave en la cerradura.
Registré mis bolsillos y era verdad. No tenía las llaves.
- Ven – me dijo – tiéndete en la cama junto a mí.
Lo hice, tomé una de sus manos y dije:
- Aunque creo que a estas alturas ya no es necesario quiero ser yo quien te lo diga, Sofía, yo soy…
- Invidente – completó Sofía – eres completamente ciego, no ves nada de nada.
- Sí, así es. ¿Lo descubriste esta mañana?
- No, - me dijo – recién esta tarde, al caminar por el lado derecho de tu cama, choqué con tu bastón.
- Sofía, perdóname.
- ¿Qué quieres que te perdone? ¿tu poca franqueza o tu cobardía por no ser capaz de enfrentar la vida? ¿Y todo porqué? ¿Por temor al rechazo o a que te niegue un beso?, claro, ahora comprendo porqué siempre usabas esas gafas de marcos gruesos.
Incliné mi cabeza en gesto de vergüenza, ella me abrazó tiernamente y me dijo:
- El amor no sabe de condiciones, ni de clases sociales, ni de jerarquías ni nada que se le parezca, yo no me enamoré de ti por lo lindo que puedan ser tus ojos, el amor es más que mirar, es sentir, es disfrutar, es saber que la persona que está haciendo el amor contigo es el trozo de piel que te faltaba, eso para mí es el amor y yo te amo tal cual eres.
- Yo también – le dije.
- Dime una cosa – me preguntó - ¿cómo siempre llegabas tan puntual y sin bastón?
- Bueno… me iba en taxi, y lo demás era simple tacto, además las violetas que estaban al lado del banco me guiaban mejor que mi bastón, pero aquí no hay violetas y lo necesito, ¿dónde está?
- Lo dejé al lado derecho de tu mesita de noche, junto al mío.
- ¿Cómo? – pregunté asombrado.
- Sí, - recalcó – al lado del mío, yo también soy invidente.
- Entonces tu también me engañaste.
- No, - respondió – yo pensaba que tu me veías y que te gustaba tal cual era, ¿ves que para enamorarse no es necesario ver?
- Sí, tienes razón, dime ¿cómo llegaste?
- Me con el taxista de siempre y el conserje me trajo hasta la puerta, la vida nos da muchas sorpresas – me dijo.
- Sí.
- ¿Tu crees que alguien se dio cuenta de lo nuestro?
- Las personas, no sé, pero si sé que las violetas se divirtieron mucho a costa nuestra.

Desde ese día somos una pareja feliz y hoy nos seguimos preguntando cuántas otras historias de amor como la nuestra son las que callan las violetas.






Autor: Victor Rocco

sábado, 13 de octubre de 2007

"Miedo"

Miedo

Me aterran los gemidos celestes
al ventilar las alas del instinto.
Caen los cristales de mi inocencia,
sin apuñalar los restos de tu abandono,
pero la justicia no germina en el sol,
más aun, trina en mi lamento.
Aun esta sin rima la sombra tímida
la misma que arropaba a tu silueta.
Tú, antitesis perversa, rumoreas, ironizas,
a mis fabulas clandestinas.
Te has olvidado que fuiste sed de carne,
en plena lluvia de besos
que chapoteaban incansables en tú boca.
Mañana, al descastar suspiros
encontraras el rastrojo púdico descolgado,
que mesera las palabras
en el umbral de un recuerdo।

Autor: Victor Rocco

viernes, 12 de octubre de 2007

La carreta


“La carreta”


Por un camino con estrías,
va avanzando la carreta,
esta cargada con papas,
con hortalizas y arvejas,
sus tablas desgastadas
ya están todas sueltas,
de madera envejecida
por los años y las vueltas.
Un par de bueyes gordos,
la tiran con empeño,
un hombre con su garrocha
los guía, mientras va
entrelazando sueños.
Por una empinada cuesta,
sus ruedas van rechinando,
por unos arbustos verdes,
un zorzal sale cantando.
Llegando a un paradero
de su trabajo descansa,
suben los sacos a una micro,
ahora la carreta vuelve a su casa.


Autor : Victor Rocco

jueves, 11 de octubre de 2007

“El último apaga la luz”



Escalé lentamente los nueve peldaños que trepan a mi galaxia, la noche ronroneaba a la luna, y se escuchaban los gemidos de las ninfas pariendo querubines. Abrí como de costumbre la puerta, pero al traspasar el umbral de esta, me encontré con un evento surrealista, un conjunto de personajes habían tomado por asalto mi reino, un niño jugaba a ras de suelo, con unos muñecos de algodón, un bufón triste, lloraba al lado de la estufa, y un par de hombres jugaban ajedrez en la cortina.
Tocaron a la puerta, y sin que nadie la abriera un rayo de luz se dejó caer sobre el infante, quien me veía triste mientras era arrastrado por el torrente luminoso, yo no pude hacer nada para impedirlo, o no quise, sí, eso fue, no quise, y los muñecos quedaron tirados agonizando sin poder brincar.
Luego uno de los hombres que jugaba ajedrez descolgó una carcajada y dijo: “Jaque mate, el último apaga la luz”, a continuación el perdedor se redujo al tamaño de un meñique y fue introducido en una taza con café, para luego ser bebido por el ganador. El viento acentuó el edén, moviendo con rudeza el manzano que estaba apegado a la casa, una de las ramas rompió la ventana de forma violenta, enrollando como anaconda hambrienta al ajedrecista ganador, sacándolo de un jalón de la pieza, el hombre no hacia mas que reírse como narcotizado y repetía sin cesar “el último apaga la luz, el último apaga la luz”.



Miré a mi alrededor y vi al bufón, me acerqué a él con la intención de preguntarle porqué desgajaba las melodías con sus trinos tenebrosos, pero preferí callar y observarlo, sus manos temblaban temerosas como las hojas en mayo, su cuello ondulaba y sus labios amoratados tan solo murmuraban una canción para olvidar, de improviso se puso de pie, caminó hasta el lava platos que estaba junto a la puerta, se quitó el sombrero multicolor, del cual se descolgaban cinco cascabeles, se lavó las manos, se mojó la frente, y se escuchó una melodía como de sirenas, la que hizo entrar en trance al sujeto, para luego ser succionado por entre la coladera del lava platos, dejando tan sólo su sombrero encima de este.
Yo estaba atónito con tanto suceso irreal, me recosté en el sofá, agotado de tantas escenas, miraba al techo, y recordé la frase celebre del ajedrecista: “el último apaga la luz”, mientras mis ojos se clavaban fijo a la ampolleta, por lo cual se me produjo un punto rojo en mis vistas.
La puerta se abrió súbitamente, entrando uno a uno cada sujeto que ya se habían marchado, cada cual de una manera muy extraña, se colocaron al lado del sofá, me miraban de forma grotesca y comenzaron con su oratoria: “el último apaga la luz, el último apaga la luz”, y luego dijeron: “Apágala, apágala, apágala”, mi cabeza me daba vueltas como remolino en septiembre, los tipos seguían gritando y mirándome con aspecto criminal, el niño se me acercó, tomándome del cuello y diciendo: “Apágala, apágala, apágala”, yo cerré los ojos y di un gran grito que hizo que se desenfocara hasta el firmamento, los abrí, y me encontraba en mi cama, desnudo, bañado en sudor frió, lo primero que vi fue la luz prendida, me senté en la cama y deslicé mi vista por la habitación, como desconociendo lo ya conocido.

La puerta de un botiquín que estaba adosado a la pared se abrió lentamente, desde su interior se desprendió una catarata de sombra, que poco a poco fue tomando forma humana, traía entre sus manos una daga de cielo, la que colocó sobre una mesita chica que estaba al lado de mi cama, la quedé mirando, sin miedo, pero con cautela, sus labios se abrieron y dijo: “Toma la daga y mata al creador” mis ojos se dislocaron de sus centros y dije: “¡no puedo!”, “¡sí!” -me dijo- “¡sí puedes!, si no lo haces no serás quien en verdad eres”, “si lo hago no seré quien en verdad soy”, le dije, “mírate” -me dijo- “estás solo, toma la daga, apaga la luz y termina con todo esto”, una fuerza extraña se apoderó de mí, decidí que tenia que eliminar al maestro para que ya no siga creando submundos en papel, “ahora cumple con el tratado, el último apaga la luz, tú eres el último, ¡hazlo!” Gritó,
“No, -le dije-, quiero vivir cada momento de la muerte”, y antes que el ser se apoderara por completo de mi voluntad, tomé la daga, me levanté de un salto y puse su filo sobre la traquea, dándole un perfecto corte con lo que despeinó al viento, en eso se apago la luz, pero yo no había sido, mientras lo negro cubría el lugar escuchaba los validos intermitentes de aquel sujeto que ya no era más, y sentía como su sangre empapaba de rojo mis pies descalzos.
La luz se hizo carne nuevamente, y pude observar aquel engendro sombrío que me miraba con sarcasmo para luego retorcerse en el suelo y acto seguido evaporarse para siempre.
Un ruido ensordecedor me reventaba los tímpanos, caí fatigado y mis ojos bajaron las cortinas de los sueños.
Al otro día desperté, al sol ya lo habían sembrado entre las nubes, acostado en mi cama, con el pijama puesto, no encontraba respuesta a tanta fantasía, ¿es que todo fue real? o ¿simple pesadilla?, no lo se, solo quedaba de testigo la luz encendida de mi habitación, que pestañeaba coqueta, ardiente, por causa de una noche difícil, y la frase celebre dando giros en mi cabeza: “El último apaga la luz” y si el último cumple con lo prometido, ¿quién se encargará de trasplantar la tela alba, sobre el vestigio enmohecido?, ¿Valdrá la pena ocultar la muerte de la muerte, para fingir una vida que no es tal?.
Esta historia aun no finaliza, ya que la luz sigue encendida, y uno de mis dedos esta siendo seducido para aplastar el interruptor, aprobando así, que todo acabe.




Autor : Victor Rocco
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